Para comenzar, asegúrate de tener a mano el patrón de corona en varios tonos que está
disponible en la parte inferior, ya que algunos irán en la parte posterior y
otros en la parte superior. Un tarro de 12 cm de diámetro será nuestro aliado
para establecer la circunferencia, fíjalo con cuidado.
A continuación, cubrimos el diseño con papel de vinilo para
facilitar el proceso sin que se adhiera. Al ajustar las capas, creamos una
estructura sólida, no nos preocupamos por la estética en esta etapa.
Ahora entra en escena nuestra crema de liberación, aplicada
con moderación para asegurar que la corona se desmoldee sin problemas. No
exageres, solo una pizca será suficiente. El plástico juega un papel crucial,
evita que el siguiente paso se torne complicado.
Preparamos nuestra duya, con un orificio considerable. Si
careces de este utensilio, no te preocupes, puedes improvisar con un cilindro.
Asegúrate de aplicar la crema en su interior para facilitar la extracción de
las tiras.
El porcelanicron, en este caso, no necesita tintura, ya que
posteriormente lo pintaremos de dorado. Condicionamos ligeramente la masa para
lograr una distribución uniforme al estirarla. Este paso asegura que las tiras
salgan de manera más pareja.
¿Cómo proceder si no dispones de una duya? Puedes emplear un
rodillo para extender la masa y luego cortarla. La clave está en la paciencia y
el equilibrio al aplicar fuerza para evitar irregularidades.
Midiendo con precisión, buscamos tiras de aproximadamente un centímetro de ancho. La longitud variará según la parte de la corona que estemos creando. Ajustamos el grosor según nuestras preferencias estéticas.
Para la parte trasera, iniciamos con las tiras más pequeñas,
aplicando pegamento en cada unión. No subestimes la importancia de este paso,
es crucial para garantizar la solidez de nuestra creación.
A medida que avanzamos, nos encontramos con las piezas más
grandes que decorarán la parte frontal. Aplicamos el pegamento estratégicamente
en los lugares donde las tiras se cruzan. La complejidad del diseño se revela,
cada pieza encajando como parte de un intrincado rompecabezas.
Después de dejar secar durante un día, nuestras coronas
están listas para la siguiente fase: la pintura. Optamos por una pintura
metálica a base de agua en tono dorado. Aquí radica la magia, transformando la
porcelana en piezas resplandecientes.
En un giro creativo, decidimos añadir detalles adicionales.
Utilizamos resina artesanal para imitar piedras incrustadas. Al mezclarla con
pintura dorada, creamos una mezcla única que resalta la elegancia de la corona.
La elección final entre ambas creaciones recae en el
observador. ¿Cuál prefieres? La versión más sutil y dorada, o aquella con
detalles adicionales y un toque más extravagante. Tu opinión cuenta, y si hay
suficiente interés, podríamos considerar compartir un tutorial detallado. Nos
vemos en el próximo proyecto, ¡hasta luego!
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